LÍMITES PERSONALES: 2. EL CONDICIONAMIENTO

A pesar del conocimiento que el Sr. T… iba adquiriendo, seguía sin entender por qué sus seres más queridos eran los que terminaban por no reconocerle sus esfuerzos ni aportaciones ni la buena voluntad que imprimía  a sus relaciones. ¿Por qué aquello? ¿Por qué dejaban de ver el medio vaso lleno y ponían el foco en el medio vacío? Y aún peor: ¿Por qué el trato que le dispensaban cada vez se parecía más al de un criado?
Con cada nueva relación, al principio todo iba bien. Si claro, el enamoramiento, ese estado fisiológico, las mariposas y la sensación de flotar… Con el tiempo eso desaparece y todo se relaja. Ahora bien. La vida de las organizaciones se parece bastante a la de las relaciones grosso modo. Una empresa que empieza, va teniendo una gráfica ascendente hasta que llega a una meseta lo que se da en llamar su “edad de oro”. A partir de ahí, esa empresa debe cambiar, reinventarse para continuar creciendo o entrará en decadencia con gráfica descendente. Con las “buenas relaciones” que empiezan, también cada vez van siendo mejores a medida que ambos se van acoplando y encontrando soluciones a sus diferencias en un proceso que trasciende mucho más allá del periodo de enamoramiento. También es cierto que con el tiempo se alcanza una fase de estabilidad plagada de rutinas, vicios e inercias que de no corregirse pueden acabar con la relación.
Pero es que este no era el caso del Sr. T… al cual todo se le precipitaba. ¿Cómo podía ser que casi sin haber salido de la fase de enamoramiento, la relación comenzara a entrar en crisis? Una vez puedes equivocarte de persona, pero… ¡¿Siempre?!
Siempre se reproducía el mismo esquema. Como de la noche a la mañana, de ser todo maravilloso pasaba a ser todo un problema, todo un conflicto. La frecuencia con la que recibía reproches y recriminaciones cada vez era mayor y observaba a sus parejas cada vez más enfurruñadas y frustradas. ¿Por qué? ¿Por qué lo mismo que hacia al principio y era estupendo ahora era motivo de recriminación? ¿Por qué lo que no hacía al principio y ahora tampoco también era motivo de recriminaciones?
Por evitar el conflicto, el Sr. T… cada día se esforzaba más en tener más complacida a su pareja, pero de nada servía. Se instalaba en la relación una tensión de fondo que a la mínima sobresalía a la superficie creando tormentas. Como no hay barco que aguante mil tormentas, cuando los daños eran ya irreparables el Sr. T…, agotado y con un total sentimiento de derrota, se retiraba a sus cuarteles de invierno para hacer acopio de fuerzas hasta su próximo embarque.
Fue en uno de esos retiros cuando descubrió la verdad, al menos una verdad suficientemente congruente para dar explicación a tan “enigmático” fenómeno. ¡Eureka! ¡La razón es el condicionamiento! Total, psicología pura de primero de carrera.
A principios del siglo XX, dos investigadores, el fisiólogo ruso Iván Pavlov y el psicólogo norteamericano Edward Thorndike describen dos fenómenos de la conducta tanto animal como humana: el condicionamiento clásico y el condicionamiento operante, respectivamente.
¿Qué es el condicionamiento? Pues en realidad es un simple aprendizaje que se realiza por asociación. Pero vayamos poco a poco.
Condicionamiento clásico. Pavlov se da cuenta que todos los perros ante la visión de la comida empiezan a salivar.  Así que coge uno, y entre el estímulo que es la visión de la comida y la respuesta que es la salivación del perro, introduce un tercer factor; una campanita que hace sonar justo antes de darle la comida al perro. Así pues ahora tenemos tres cosas; un estímulo primario que es el toque de campana, uno secundario que es la aparición de la comida y una respuesta que es la salivación del perro.
El perro a los pocos ensayos ya “asocia” el toque de campana con la aparición de la comida. Lo que descubrió Pavlov es que el perro con solo el toque de campana ya empezaba a salivar y que no era ya  ni necesaria la aparición de la comida para obtener la respuesta que la comida producía en el perro. A este fenómeno le llamó “Reflejo condicional”: «Cuando dos cosas suelen ocurrir juntas, la aparición de una traerá la otra a la mente». Después por traducción al inglés y por distinguirlo del otro condicionamiento, la comunidad científica dio en llamarlo “Condicionamiento clásico”.
Condicionamiento operante. Thorndike, algo más aficionado a los gatos, experimentaba con éstos. Los metía en una caja cerrada con un sistema de apertura que los propios gatos podían accionar y salir de la caja para acceder a su comida. A partir de estos experimentos, Thorndike estableció un principio que denominó Ley del efecto: «Cualquier conducta que en una situación produce un efecto satisfactorio, se hará más probable en el futuro».
Así pues este condicionamiento es un tipo de aprendizaje también asociativo, que tiene que ver con el desarrollo de nuevas conductas en función de sus consecuencias, y no con la asociación entre estímulos y conductas como ocurre en el condicionamiento clásico. Hoy en día y por la influencia del polifacético Burrhus Skinner se le llama también “Condicionamiento instrumental” dado que lo que se aprende son conductas o habilidades para conseguir posteriores objetivos.
¿Qué tiene que ver todo esto con lo que nos ocupa que son las relaciones, sus desequilibrios y los límites personales? Pues mucho. Pero, antes de seguir adelante establezcamos tres premisas básicas de las personas y las relaciones.
Primera. Absolutamente todo lo que una persona hace, se dirige de forma, directa o indirecta, a satisfacer alguno de sus deseos o necesidades. Todo parte de nuestros deseos y necesidades independientemente de a qué o quién se dirija la acción o lo altruista que parezca, al ir cerrando pantallas, en la última siempre aparecerá un deseo o necesidad personal del tipo que sea.
Segunda. Todos hemos aprendido infinidad de habilidades y estrategias para satisfacer nuestros deseos y necesidades y las vamos adaptando y modificando según la situación y entorno en que nos encontremos.
Tercera. En absolutamente toda relación, sea del tipo que sea, se acaban estableciendo determinadas relaciones o estructuras de poder de mayor o menor complejidad.


 Continuará...

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