LA FRUSTRACIÓN DEL PROCÉS
Tres días llevo maldurmiendo viendo
como arde Barcelona. Tal vez para algunos que asisten a este espectáculo lo
consideren una demostración de fuerza del cada vez más poderoso independentismo
catalán. Sin embargo no es esa mi percepción y lo que en realidad leo
entrelineas es el sentimiento de frustración del que no se ha salido con la
suya y que ya es sabedor de que la oportunidad ya pasó.
Busco por la red y encuentro
estos testimonios:
"Hemos crecido con el procés
y el 1-O", explicaba un universitario de 19 años del barrio de la
Sagrera, que se declara independentista. "Llevamos muchos años
aguantándonos, haciendo caso a los mayores y ya hemos visto para qué ha
servido: están todos en la cárcel". Según este joven, mucha gente de su
entorno consideraba que las protestas pacíficas que llevaba a cabo el
independentismo no servían de nada, pero se reprimían porque lanzar una sola
piedra estaba muy mal visto en las manifestaciones del procés. "Poco a
poco esto ha cambiado y ahora se ha roto el tabú", asegura. "Ya nadie
te increpa por romper cosas". (Esa es la frustración de los desencatados)
Otro, tiene 21 años y
reconoce que es independentista, pero explica que el grupo con el que va a las
manifestaciones cuenta con perfiles de todo tipo. "A muchos ni siquiera
les importa la política y no han votado en su vida", resume. "Pero la
gente está cabreada". Y esa es la cuestión que estos manifestantes
violentos hoy ya no arremeten contra España sino contra su propio gobierno
catalán.
"Ya sabemos que quemando
contenedores no se conseguirá la independencia, pero es que pacíficamente ya
hemos visto que tampoco", añade una chica de poco más de 20 años,
estudiante de Humanidades en la Universitat Pompeu Fabra. "Como mínimo
podemos mostrar al mundo nuestra frustración". Ahí lo tienes.
Por otra parte, el
independentismo catalán pretende utilizar un nuevo referente: el
movimiento revolucionario de Hong
Kong que en los últimos meses ha intensificado sus protestas
para defender la autonomía del territorio chino y, en algunos casos, la
independencia. Destacados activistas nacionalistas han equiparado España y
Cataluña con China y Hong Kong, respectivamente. Y han asimilado el procés con
la insurrección hongkonesa, especialmente impetuosa en las pasadas
semanas.
Es el caso de Josep Lluís Alay,
jefe de la oficina de Carles Puigdemont (JxCat), que ha dedicado una
serie de tuits a comparar ambos movimientos También Josep Costa (JxCat),
vicepresidente del Parlament, se ha postulado en una línea similar: “Lo que
pasa en Hong Kong nos enseña algunas cosas, por ejemplo que las sociedades
ricas (tienen un PIB per cápita superior al de Cataluña) también se
pueden sublevar con todas las consecuencias”, ha señalado en un tuit.
También en la bancada de ERC han
utilizado los acontecimientos en Hong Kong como referente. El
exeurodiputado Josep Maria Terricabras ha defendido “hacer
manifestaciones eficaces” tras la sentencia del juicio
del procés, lo que se ha traducido en “enviar 50.000 personas al
aeropuerto, 50.000 a la televisión, 50.000 a La Jonquera (en la frontera
con Francia) y 50.000 a la Delegación del Gobierno; y quedarse”. “Hong Kong
demuestra que se puede hacer todo”, ha añadido.
“El nacionalismo catalán,
de nuevo, busca ejemplos externos. Pero si el independentismo catalán que se
caracteriza por la identidad propia intransferible cae una y otra vez en
comparaciones con supuestos que nada tienen que ver con su propia realidad ni
que nada tienen que ver unos y otros entre sí, esto solo demuestra el estado de desorientación
y desesperación en los que se encuentra el independentismo al ver
que ninguna de sus perspectivas tiene viabilidad”.
De todo ello deduzco que el
tiempo de la “ingeniería social” aplicada al pueblo catalán para que llegara la
tristemente ya famosa DUI, ha llegado a su fin y que lo que ahora se impone es
la sociología pura y dura, me explico: El individuo cambia de comportamiento
para adecuarlo al grupo y reducir la tensión de vivir contracorriente y lo que
determina ese cambio viene determinado por el número de individuos que
sustentan una posición mayoritaria.
Hoy el relato ya ha cambiado, las
medias verdades o las mentiras flagrantes, la idea de que la justicia en
España no existe, el principio de que todo el mundo espera con los brazos
abiertos a un nuevo Estado como Cataluña, la asociación entre el proceso
independentista y la defensa de la democracia o de una riqueza
sobrevenida al dejar España, o de que una región como Cataluña podría doblegar
una nación como España, todo eso, amigos, ha llegado a su fin. El hecho es que hoy los que
demuestran su fuerza quemando Barcelona, ni siquiera son independentistas.
La irresponsabilidad ha
sido monumental. Pero todo toca a su fin. Se formará un Govern “efectivo”, y se
entrará en el juego político. Y es en España, en el conjunto, donde se deben
dirimir los asuntos.
Llegan cambios en Madrid, llegan
obligaciones y oportunidades. Y llegan también para todos los
catalanes, que han estado durante demasiados años en manos de unos dirigentes
caprichosos y fuera de la realidad. Pero el Puigdemont y el Torra aún no se han
enterado.
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