NO QUIERE NADA SERIO



Que no quiere nada serio, dice. ¿Y esto qué es, entonces, a ver; una broma? Esto es serio, claro que es serio. Quizá no tenga un nombre, no esté bautizado aún. No se llame noviazgo ni relación ni esas cosas que a algunos/as les producen urticaria y ganas de salir corriendo, pero es algo y es serio. Y tanto que lo es.
Funciona cuando quedáis a cenar fuera, funciona cuando estáis en casa juntos, funciona en las escapadas de fin de semana, funciona en todas las noches frías y calurosas. ¡Claro que funciona! A ti te hacen gracia sus bromas y él se parte con las tuyas. Podéis hablar de cualquier tema y os gusta hacerlo, en realidad todo fluye incluso el sexo que resulta gratificante para ambos. Entonces, ¿por qué, pero por qué, dice que no quiere nada serio?
¡Oh my God! Resulta que es una o un cobarde de los que nunca arriesgan, de los que prefieren la huida cuando el reto crece.
 Los cobardes te ponen la vida patas arriba, te desesperan ante la incapacidad de que la relación avance y luego hacen como si nada dejándote una de las  sensaciones más amargas posibles. El cobarde dice que no quiere nada serio porque “no está preparado/a, porque quedó muy tocado/a de otra relación, porque él/ella es complicado/a y no quiere complicarte a ti la vida, porque tú mereces algo mejor, más apasionado, más acorde con  lo que tú vales y todo lo que mereces”. Pero, jamás se mostrará vulnerable ante tus ojos y abiertamente te dirá: “Estos son mis miedos”.
El cobarde tiene una capacidad innata para hacerte sentir culpable por querer más, pero es que  también por querer menos. Porque cuando le dices que tú quieres saber a qué atenerte, que lo vuestro funciona, que podéis dar un paso más, él/ella, te mira con ojos de cordero degollado y esgrime todas sus carencias, sus inseguridades y toda su inadecuación para estar en tu vida.
Sin embargo, por el contrario, si lo que le dices es que ya no puedes seguir así y que si no lo tiene claro lo mejor es dejarlo, entonces suelta su retahíla, empezando por aquello de “esto tenía que llegar y quizá sea lo mejor para ti (aunque en el fondo él/ella prefiera seguir contigo). Seguir, sí, pero  sin que puedas tenerlo/a, quiero decir. Seguir sin demostrar lo que a uno le importa el otro. Seguir porque sí. Seguir agazapado, callado, asustado y egoístamente utilizándote.
Pues veréis, en el fondo casi que prefiero los cabrones o cabronas. Estos son cabrones/as si no quieren nada serio (contigo) porque los ratos que no pasan contigo los emplean en otros tonteos, en otras escapadas y compartiendo otras sábanas. Y más cabrones/as aún, si además te dicen que lo más serio que tienen, pese a que  no quieran nada serio, lo tienen contigo.
Lo dicen además como haciéndote un favor. Y tú no sabes si sentirte desdichado/a o agradecido/a. Al menos es algo, piensas. Quizá solo necesita tiempo, tal vez en unas semanas o unos meses se dé cuenta de que quiere algo más. O no.
Lo más probable es que dentro de unas semanas o unos meses, te venga con que “algo ha cambiado, que lo vuestro no es lo mismo, que todo se ha complicado demasiado”. Pero un mes después te enterarás de que ahora sí tiene algo serio y que lo llama relación y hasta cambia su perfil de Facebook y ahora “tiene una relación”. 
Y probablemente, como digo,  sea mejor que sea un cabrón o una cabrona antes que un/a cobarde. Porque con los/as cabrones/as es más fácil, acabar convenciéndote de que de buena te has librado o de que suerte has tenido con su salida de tu vida. Los cobardes, sin embargo, cuando se alejan te dejan mil y un interrogantes sin respuesta, un insoportable vacío bajo tus pies y tu autoestima por los suelos.

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