SOY...

Si las relaciones con los demás ya son difíciles, la relación con uno mismo aún es más compleja. Saber quienes somos en realidad no es fácil. Nuestra autoimagen, nuestro autoconcepto se acerca mucho más a lo que nos gustaría ser que a lo que que somos de verdad. En mayor o menor grado, somos conscientes de nuestras incongruencias. ¿Cuántas veces decimos algo que después no hacemos o hacemos lo contrario?  Esto no nos sale gratis, al final nos acabamos juzgando negativamente, lo que nos causará malestar y frustración. Os dejo pues unas pautas para desarrollar una mejor relación con vosotros mismos. Todas ellas están interconectadas y suponen distintos enfoques o partes de un todo.

Uno. Convéncete que no existen estándares de temperamento, carácter, personalidad ni físico. Mejor piensa en tus huellas dactilares que son únicas. Esto que parece muy obvio, no lo es tanto si consideras que nuestra sociedad tiende por defecto a encasillar, uniformar y estereotiparlo todo. Pongamos el caso de que por tu trayectoria vital, te sientes identificado como una persona de derechas, conservadora. Descuida, que la sociedad ya te tiene preparado el estereotipo de lo que es una persona "de derechas" en cuanto a su expresión de ideas y también de conductas. Así pues, y por Ley del Mínimo Esfuerzo, tu asumes ese estereotipo como propio. Na da menos real. En la ardua tarea de conocernos, el primer paso es desechar cualquier modelo arquetípico, de lo contrario estaremos jugando al camuflaje.

Dos. Acepta tus rasgos y características personales. Todos tenemos nuestra herencia, tanto física como temperamental a la que se le suma nuestro "legado familiar". Tanto si eres larguirucho como regordete, nervioso o tranquilote, callado o parlanchín, seco o un cachondo mental... ríete, sí ríete de ti mismo. Reírse de uno mismo es reconocer lo que somos y aceptarlo. ¿Para qué todo ese estrés y desgaste físico y mental para aparentar lo que no somos o negar lo que que somos? No aceptar es negar, si niegas no puedes reconocer.

Tres. Vigila tu estilo de atribución. Esto tiene que ver con tener tu autoestima donde debe estar en cada momento. Practica contigo mismo; "Al César lo que es del César". Tu vida está llena de logros; de pequeños de medianos y de grandes logros. No atribuyas a la suerte, al destino ni a los demás lo conseguido por ti. Reconoce y posee tu propio valor. Reconocer de lo que eres capaz te dará mucha información sobre quién eres. 
La contrapartida es que tu vida, también está llena de errores, pérdidas y fracasos. Asúmelos (y sobre todo hazte cargo de sus consecuencias). Tus errores son tuyos ni del destino ni la mala suerte ni de los demás. Aceptar tus errores te llevará a reconocer tus limitaciones, tus carencias, tu nivel de madurez...etc. 

Y cuatro. Sé honesto contigo mismo (y con los demás), reconoce tu máscara. Como el universo somos un complejo sistema de luces y sombras. Vamos por la vida mostrando nuestros mejores perfiles, como en las fotos. Esa es nuestra máscara. Sin embargo nada mejor que ser conscientes de que por diversos motivos utilizamos esas máscaras. Si no estás consciente de ello y confundes tu máscara contigo mismo, poco o nulo conocimiento adquirirás de ti mismo. Además tarde o temprano toda fachada acaba cayendo y todo maquillaje se acaba corriendo. 

Cada noche, tras cumplir con su deber
el payaso se quita el maquillaje
despojándose de todo engaño
para encontrar su realidad.

Todo lo que niegues te va a limitar. Reconocer tus zonas oscuras es el primer paso para transformar, superar y liberarte. ¿Prefieres el autosometimiento?

"Conócete a ti mismo y conocerás los Dioses y el Universo".
Enigma del Oráculo de Delphos.



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