POR QUÉ FRACASAN HOY LAS RELACIONES DE PAREJA

Hablas con cualquiera y el sentir general es que hoy las relaciones de pareja duran poco. Ni los matrimonios, ni las segundas, terceras, cuartas o quintas relaciones.
Muchos de nosotros nos dedicamos a deambular de relación en relación entre ruptura y ruptura. Nos autojustificamos e intentamos anestesiarnos  con frases como; “Lo importante es estar bien uno mismo” o “Lo que no deja, dejarlo” o “Es que no ha resultado lo que esperaba” o “Solo estoy mejor que mal acompañado”…etc. Después volvemos a casa, cerramos la puerta a nuestras espaldas y solo nos recibe  la insatisfacción de nuestra soledad. Y te preparas la cena y te sientas a cenar, cena que compartes en compañía del peso de la frustración de tu último fracaso sentimental. Porque has fracasado y lo sabes. Por mucho que te insistan en que una ruptura nunca es un fracaso porque toda relación tiene un aprendizaje y bla, bla, bla... Pero en el fondo de tu ser sientes que has fracasado porque, en buena lógica, lo que tu querías no era una ruptura ni ningún aprendizaje, lo que de verdad querías era una relación duradera y sana y no has tenido ni lo uno ni lo otro.
Pero te inyectas otra dosis de anestésicos; vía Facebook con esos miles de frases de la  nueva psicología, que en vez de enfrentarte con tus demonios, con tus carencias y tus sombras, lo que hacen es reforzar tu autoestima liberándote de la responsabilidad para con tu vida y tus actos. Implícitamente te dicen que; tú eres perfecto, que todo lo que haces está bien, que todo lo que te sucede es lo mejor para ti, que lo próximo será mejor, que no eres tú, que son los otros, que te mereces todo y que el esfuerzo y sacrificio es para los otros. En definitiva que estás a la altura de los antiguos dioses del Olimpo y mañana será otro día. Pero, al día siguiente, como si se tratara de un soldado de guardia, tu vacío emocional sigue ahí, apretando lo más íntimo de ti. Para cuando la presión es insostenible intentas llenar ese vacío a la desesperada y te coges a clavos ardientes, que por cierto se enfrían pronto, pero para entonces tú ya te has quemado y el vacío sigue ahí y además el escozor de tu última quemadura también.
Sí, ya sé que siempre no es así y que la casuística es amplia, pero por lo que se dice y se comenta, en la actualidad hay mucho de esto y de que la fragilidad es lo que marca las actuales relaciones de pareja.
¿Por qué? Supongo que habrán más razones, pero básicamente, identifico dos y creo que el resto son todas derivadas de estas dos.
Uno. Obviamos, nos olvidamos o no queremos aceptar la única ley que rige el amor; “Si quieres recibir, empieza por dar”.

Dos. Desconocemos u obviamos la auténtica finalidad y el auténtico reto de las relaciones.

Convertimos el amor, que es lo único que hemos venido a aprender aquí en algo “líquido”. El “amor líquido” es un concepto que fue creado por el sociólogo Zygmunt Bauman para describir la actual fragilidad en los vínculos de relaciones de pareja o emocionales, se trata de relaciones superficiales, fugaces con poco compromiso, sin solidez ni calidez. Son un símbolo de la sociedad de hoy en día, tan cambiante, con la sensación de que todo va más rápido, y no existe nada seguro. Aparentemente antes, en la vida de una persona, era todo para toda la vida: trabajo, pareja, familia. Ahora todo es mucho más efímero, porque se basa  en la “satisfacción inmediata”.

Toda relación pasa por diferentes fases. Enamoramiento; de esto poco que decir, todos sabemos lo que es ese estado de flotación. Después llega la segunda fase; el Establecimiento Social de la Pareja; aparece el compromiso y los proyectos de futuros escenarios de la pareja y normalmente se inicia la convivencia. A esta fase le sigue una fase crítica de vital importancia; la Decepción. Dejamos de flotar y aterrizamos. Nos damos cuenta de nuestras diferencias y divergencias y esto nos causa malestar y conflicto. Sea cual sea el mito que sobre el amor albergamos, ahora, nos cae en picado, nos autoreafirmamos ante el otro que ponemos en nuestro punto de mira como objetivo de nuestra desilusión. En esta fase nos aparecen dos caminos: desistir o resistir. Dice una frase que: “Cuándo estés cruzando el infierno, no te detengas”.  Pues bien, la mayoría nos detenemos por no hacer el esfuerzo de “resistir”, por no entender que precisamente este es el momento de dar lo mejor de nosotros en cuanto a empatía, compasión y humildad. Nos rendimos como auténticos cobardes simplemente porque nuestra “proyección” de “nuestra pareja ideal” no se nos ha cumplido. No superamos esta tercera fase porque somos incapaces de apreciar el regalo que nos brinda;  la oportunidad de ver con nuestros ojos la persona real con la que estamos y dejar de verla a través de nuestras proyecciones mentales mayormente basadas en mitos y no en la realidad. En esta tercera fase, lo que enfrontamos es la oportunidad de mostrarse completamente desnudo ante el otro en tu mayor intimidad que son tus inseguridades, tus complejos, tus carencias, tus heridas y también tus sueños.  La fase de decepción es la fase consagrada al conocimiento mutuo. La de aceptarse el uno al otro buscando las causas del dolor y conflicto e implementar en la relación aquello que nos une de modo que reconduzcamos la divergencia hacia la convergencia. Es el momento de la difícil tarea de ajustar nuestras expectativas para con el otro a parámetros de probabilidades más razonables, pero también descubriremos, en todo su esplendor, a esa persona que es capaz de amarte, exactamente, por lo que eres. ¿Qué mayor conexión que esta?
Nada más satisfactorio que estar con una persona que te conoce y te quiere como eres. Que entiende que tu comportamiento errático no es porque seas malo o no le quieras, sino porque, tal vez,  tienes heridas del pasado que aún no has superado y que aún te duelen, que muchas veces es el propio miedo lo que hace que te comportes injustamente y que sabe que aunque no siempre “estarás a la altura”, tu arco general y tu medio vaso lleno te hace más que merecedor de su amor.
Si no se “resiste” en esta tercera fase, el resultado es que se pierde una y otra vez, la oportunidad de entrar con fuerza en la maravillosa cuarta fase; La Creación de un Amor Real y Duradero.  Real sí, porque ya será un amor desprovisto de esa necesidad, de ese apego que conlleva las dos anteriores fases y real porque ya es un amor “responsable” basado en la confianza que nos da el mutuo conocimiento, en la libertad de mostrarnos tal cual somos y en la mutua aceptación como dos seres diferentes e independientes que deciden compartir un tiempo y un espacio en un plano de igualdad. Y duradero dado que ahora ya nos sabemos capaces de superar los momentos difíciles, que  ese es el compromiso tácito que se establece si se consigue superar la fase de decepción. Si desistimos y permitimos que la decepción gane la partida, ya no habrá vuelta atrás.  La decepción es un sentimiento que anula el sentimiento amor. Pero no habremos trascendido que el amor no es un mero sentimiento sino una forma de acción que se expresa en diferentes lenguajes; tiempo de calidad, actos de servicio, contacto físico…  Nos equivocamos al pensar que lo que vehicula una relación son los sentimientos propios y particulares del amor que sentimos o lo amados que nos sentimos. Lo que realmente conduce una relación son las acciones mutuas y para el bienestar común (no solo el propio) derivadas del sentimiento de amor. Y si una parte de la pareja no lo entiende así, mejor dejarla ir.
Como decía al principio, hemos perdido de vista la auténtica finalidad y el reto real de una relación de pareja. Ni de lejos es la de que nos satisfagan nuestros deseos, necesidades o expectativas. Eso corre de tu cuenta. Tú eliges si vas a ser una persona feliz y positiva o negativa y amargada, si vas a repartir alegría de vivir o vas a ser la descorazonadora persona de “la queja continua”. Si optas por vivir la vida en positivo, mucho es que alguien esté a tu lado para acompañarte y recorrer ese camino contigo y que tire de ti cuando te vayas quedando atrás por lo que sea. Eso ya es todo un lujo que deberíamos agradecer cada día al levantarnos, pero qué desagradecidos somos cuando nuestra mirada no escapa más allá de nuestro propio ombligo.
¡La pareja es la oportunidad que me da la vida para trabajarme a mí mismo/a! ¿Entendido?
Nuestras parejas son nuestros propios espejos donde vemos reflejadas nuestras sombras, esas que negamos y no queremos ver. Lo que de ella te moleste es lo que está en ti, sea por similitud, por opuestos o por idealización. “A medida que entendemos mejor y aceptamos a nuestra pareja, podemos aprender a conocer y amarnos a nosotros mismos cada vez más profundamente.” Esta es la única finalidad de las relaciones de pareja; conocernos, transformar y crecer. El reto real de las relaciones es aprender a amar a nuestra pareja tal y como es, con sus luces y sus sombras.

Por último y en contra de esa “individualidad” que preconiza nuestra actual sociedad, soy de los que aún piensa que compartir tu vida con alguien que te aporte estabilidad sentimental y te permita dar y recibir amor es mucho más saludable física y mentalmente y una importante fuente de autorealización. Sin embargo, lo que hoy impera es la fragilidad y las rupturas. Qué locura. ¿No?

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